Este es el texto que envié y que aparece en el libro.
Pendientes escarpadas
Me olvidé decir, que los días dejaron de ser anodinos. Que la tableta de chocolate, fue la más gustosa que probé. Que aquellos meses en los que estuvimos sobrevolando tiempos pasados fueron un gran ejercicio. Perdona si no supe como conjugar el verbo, con el que te quise decir tanto, con tan poco. Las palabras no me salían, expiré el aire entre la comisura de los labios, deshaciéndome del desasosiego que es vaciarse, que es sentir como el mundo se desvanece, y resurge, en precipitadas curvas inclinadas al vacío. Ayer los melocotoneros florecieron, hoy no dejé escapar el olor de cada una de las flores, de los estambres, de los pétalos. La tarde me supo a azahar, a zumo de naranja recién exprimido, olvidé los días mortecinos, las manchas en medio del camino, y el viento soplar en mis hombros. Ahora las piedras las revoco en el borde del camino. Suelo mirarme las manos en busca de grietas, amaso el pan y lo dejo fermentar. Observo tus arrugas y entre ellas navego sin demora, deshaciéndome por completo, enjugando mis lágrimas para decirte; lo siento. Y no vuelva a olvidar, abuela, que contigo soy feliz.
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