El sabor de antaño
Que tú chiquillo ya verás como luego no pensarás como piensas, decía mi padre. Estas palabras las tomaba como pulso, y luchaba contra ellas, las veces que hiciese falta, para demostrar, que yo sabía lo que quería. Fui rebelde, con ganas de abrir puertas sin saber lo que hubiese detrás, me gustaba el reto, vivir y experimentar. La única que se mantenía en la distancia era la abuela, que me daba unos duros para comprarme el paquete de chicles que más me gustaba, y porque además estaba de vacaciones, y no iba a enfadarse conmigo si me veía una vez al año. Puede que me aprovechara de las circunstancias, pero absorbí ese sabor dulce de la experiencia, en un rostro envejecido que sonreía cada vez que me subía a un árbol y corría tras las palomas.
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