Mira que leí las bases durante días y no me atreví a escribir nada para este concurso, hasta que una buena mañana me lancé al abismo, por supuesto sin estrellarme. Y al cabo de las semanas recibo la noticia que he sido ganador. Una inyección de pequeñas dosis de adrenalina, para mantenerme despierto, porque los logros nunca sabes cuando te van a venir. Este es uno de ellos. La mar de contento.
El texto está publicado tanto en la página EL BALLET DE LAS PALABRAS, como en su revista digital, cuyo número uno está abierto por este microrrelato. Se hizo la presentación hace unos días de la revista digital, con mención del micro.
Agradecer a Patricia por su labor, y esa bella carta manuscrita que me llegó a casa.
El tema que se presentó como fuente de inspiración fue: Monumentos.
La conquista
Hoy me siento bien al verte, y dejar pasar las mediocridades de la vida. Esas que se postulan haciéndote mella, sin dejarte respirar, desvaneciendo los sentidos, la fuerza y el horizonte. Y he sonreído al levantar la mirada, y encontrar tras de ti una paloma, el cielo azul y las nubes blancas difuminadas en tu cogote. Te vi crecer con el tiempo, en una historia lejana, que mi abuelo compuso en armonías, durante tardes calurosas de verano, de paseos por la rambla, entre bocadillos, palomitas y refrescos. Y soné con ser horizonte, gaviota con capacidad de empujar velas, de surcar el mar, de convertirme en alisio, sin ser prófugo o polizonte, a proa, popa, estribor o babor. ¿Quién conquistaría tu corazón en aquellas tierras, en un nuevo mundo soñado y cubierto de brisa?. ¿Quién te trato como diablo? ¿O ser de otro planeta?. Cuando alzas la mirada y ves a ras del cielo una figura esbelta e indeleble que se yergue voluptuosa en recuerdo de los días de gloria, sueño. Mi abuelo me enseñó a respetar y apreciar aquello que era nuestra historia. Y señalo con el dedo al horizonte sin otra más que la de conquistar a mi abuelo.
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