Hace unos días me comunicaron vía mail que había sido finalista en el concurso Mecenix con el texto "El paso de una vida". Se presentaban varias modalidades en las que podías enviar todos los textos que quisieras. Las cuatro modalidades que estaban abiertas eran diversas. Desde microrrelatos de 100 palabras, a textos que debían comenzar por una frase y acabar en otra. Tanto los textos ganadores como los finalistas de todas las categorías serán publicados en un libro recopilatorio hacia septiembre.
Gracias al equipo Mecenix y al jurado por haber elegido mi texto. Todo un lujo.
Si queréis hacer alguna consulta podéis pinchar aquí.
El texto es el siguiente ( Modalidad C )
El pasaje de una vida
Cantabriase llamaba la jarra de cerveza donde mi padre había derramado parte de su juventud. Ebrio solía contestarme a todas las preguntas que le hacía, justo cuando llegaba a casa, rememorando aquellos días de juerga, en la que se sumía, día a día adueñándose el alcohol de sus actos. Activista de primera clase, se sacó el título de alcoholista en una generación que le incitó al consumo. En ese entonces conoció a mi madre, que por igual camino cayó en las fauces de un sin sentido de vida, que les minó hasta que ella se quedó embarazada. Nueve meses después nací. Famélico y sin recursos tuvieron que ingresarme en el hospital a vida o muerte. Superé problemas embarazosos de los cuales el pronóstico fue fatídico, para acabar enterándome con los años que mis verdaderos padres no habían querido la paternidad. Creo recordar bien grabado en mis neuronas, aquella conversación, que mi padre mantuvo junto a mi madre, en el momento en el asomé la cabeza, y yo, sin saber pronunciar ni una palabra sentí una energía que me hizo encogerme. No había sido un bebé deseado. Mi madre me odió durante los nueve meses por culpa de la insistencia de mi padre, el borracho, hasta que estampó Cantabria encima de la mesa del hospital. Me volví a encoger una segunda vez. Mi madre lloró durante unos segundos, hasta que entró la comadrona junto a una enfermera y echaron a mi padre de la habitación. En aquel entonces suspiré, y lloré a pleno pulmón, dejándome llevar por algunos balbuceos, que la enfermera entendió con ganas de comer. Acabé bebiéndome un biberón y me dormí. Mi madre me dijo que no me preocupara. Cantó una nana, la mejor del mundo. La miré sin saber que decirle. Le hubiese dicho tanto, que, al final, tuve que acudir a la sonrisa. Ella lloró. Me acuerdo perfectamente. También me dijo que iba a luchar por mí con todas sus fuerzas, mucho más que por Cantabria. Los días no pasaron en balde, aunque todo volvió a su cauce. Con los años borré su imagen de mi mente. Mis nuevos padres me recibieron con los brazos abiertos. Ellos acabaron su turno consumidos. Perdieron la custodia. De lo único que estoy contento, es de no ser un desgraciado. Porque de haber continuado con ellos Cantabria y el alcohol hubiesen sido mi filosofía.
Enhorabuena, Francisco. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Sara Lew. Toda una sorpresa ser finalista Gracias por tus palabras.
EliminarUn abrazo.
Felicidades, Francisco. Estás por todas partes. Me alegro.
ResponderEliminarUn abrazo.
Miguelangel, un placer leerte en tu blog y a hora verte por aquí. Recibe un cordial y fuerte abrazo. A ver si nos vemos pronto.
EliminarSaludos.